martes, 9 de octubre de 2012

VOCES QUE ORDENAN

Siguiendo con la cuestión que nos atañe, tuve la suerte de que llegara a mi conocimiento otro inquietante testimonio meses antes de que falleciera su propio protagonista. Vicente, que así se llamaba, se mostró la primera vez algo arisco y desconfiado a la hora de contarme sus experiencias, ya que hasta entonces tan sólo las compartió con su familia. No obstante, tras visitarle varias veces pude, no sin pocos esfuerzos, ganarme su confianza, siendo de ese modo -y no creo que haya otro- como empezó a “desembolsar” sus visiones nocturnas.
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Las “experiencias de dormitorio” pueden llegar a obsesionar al testigo de tal forma que crea ser víctima de un constante control y seguimiento por parte de las “entidades” y aunque la experiencia no tenga un origen psicopatológico, sí puede generar una “escisión de la personalidad” si no es bien “digerida” por el perceptor. Algo así me pareció ver en Vicente, debido a sus ideas bastante delirantes. Afirmaba sentir extraños pitidos -casi siempre dos- en la zona posterior de la nuca. Para él era el aviso de que “ellos” estaban allí. Tras dicha señal, su ritmo cardíaco y respiratorio aumentaba considerablemente y sus miembros comenzaban a temblar. “Inmediatamente tras los pitidos -me comentó angustiado- empiezan los movimientos y comienza a bailar uno en la cama. Era un “meneo” espantoso. Llegaba a pensar de que se me iba a parar el “motor” -refiriéndose al corazón-; es más, hubo un momento en que no lo sentí. El ruido lo escucho perfectamente y otras veces, a nivel mental, he sentido otros pitidos, otras cosas raras. La última vez fue en la nuca, donde tenemos la cervical... Oí dos pitidos como diciendo: ¡Aquí estamos!...”Nuestro malogrado testigo creía que por las noches esas “entidades” experimentaban con él. Era tal su convicción y predisposición, que solía dirigirse a “ellos” diciendo: “¡Venga, que ya estoy dispuesto; haced lo que queráis conmigo!”. Constantemente, al despertar, veía a la altura de media habitación “luces” de colores rojos y azules. No faltaron “voces” que le ordenaron tomar una actitud o postura. “Estaba acostado, serían las cuatro de la madrugada y de pronto siento los pitidos en mi cerebro. Comprendí que eran “ellos”. Intenté levantarme, pero una voz me dijo: ¡Permanece echado!”. Su obsesión llegó a extremos inusitados cuando aseguró que esos “visitantes” convivían en su casa. “Presiento que están en la habitación conmigo y, de alguna manera, se me manifiestan” -dijo convencido-. Una tarde, oyendo detenídamente sus originales aseveraciones, su mujer empezó a sonreir ante lo que decía su marido, y éste, malhumorado, le replicó: ¡Mira Isabel, ahora mismo “ellos” están aquí y están viendo que tú te estás riendo...!”
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Como puede apreciarse, ovnis, proyecciones astrales, sonidos indescriptibles y toda una mezcolanza de fenómenos anómalos conviven en estas visiones, que están más cercanas al arcano mundo de lo onírico que al no menos onírico mundo de la vigilia. Con razón, para los psiquiatras este tipo de sucesos no son más que meras alucinaciones hipnagógicas, pasando a engrosar el complejo campo de los trastornos sensoperceptivos. Ciertamente, en el paso de la vigilia al sueño, y viceversa, se pueden dar fenómenos alucinatorios que se conocen como visiones hipnagógicas e hipnopómpicas, respectivamente. En esos estados intermedios, el sujeto ve fuera de sí imágenes proyectadas por su propio subconsciente, creyendo que está ante una “aparición” sobrenatural. Luego analizaremos si todos los casos pueden explicarse tan fácilmente.

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